Saturday, March 17, 2007

Al Correr de la Pluma: ‘Gabo’ no tiene quién le escriba


-.vanguardia.com.mx


-SERVICIOS GOOGLE PARA BLOGGERS-


Por Orestes Gómez Rodríguez
A Issa en su estado perfecto de mujer.

La coincidencia de los primeros 80 años de Gabriel García Márquez, con los 40 de la aparición de su obra maestra, no solamente impactan al mundo de la literatura, sino a la conciencia de las palabras y su sentido, a la imaginación de los escenarios y las formas en que la narrativa comprueba que lo acontecido en lo cotidiano, algo tiene de fantástico, un dejo de mágico y un mucho de olvido.

En el escenario de cañonazos que antecedieron a la primavera del 2007, su aniversario es más bien una paradoja, ya que la materia del cuerpo se va desgastando y por otro lado su libro, “Cien años de Soledad”, que cumple 40, será reeditada como homenaje y, por ende, vuelta a la vida en ese fascinante mundo de las letras, para bien de la especie humana.

Y es que García Márquez trascendió la frontera de la nacionalidad para convertirse en el ciudadano latinoamericano por antonomasia, entregado a la solidaridad de las causas que nos hacen comunes y a la descriptiva de nuestros paisajes, personajes y dolores.

Trasciende con su narrativa los espacios y las maneras y las traduce en un acto de magia significativo y a su vez impactante.

Gabriel García Márquez nace el 6 de marzo de 1928, en Aracataca, un pueblo de la costa atlántica colombiana. “Gabo”, como se le conoce cariñosamente, fue el mayor de una familia numerosa de 12 hermanos. Eligio García, su padre, fue uno de los numerosos inmigrantes que, con la “fiebre del banano”, llegaron a Aracataca en el primer decenio del siglo 20. Su madre, Luisa Santiaga Márquez, pertenecía, a una de las familias eminentes del lugar: era hija del coronel Nicolás Márquez y de Tranquilina Iguarán, que no vieron con buenos ojos los amores de su hija con uno de los “aventureros” de la “hojarasca” (como se llamaba despectivamente a los inmigrantes), que desempeñaba el humilde oficio de telegrafista. De vida afanosa y con una asertividad literaria, el “Gabo” después de estudiar Derecho sin graduarse, ya que a su decir “se aburría mucho”, encuentra en el periodismo su causa fundamental y en cierta manera, su sustento, colaborando en “El Espectador” de Bogotá y “El Heraldo” de Barranquilla.

De obra extensa y profunda, fácil disfrutaría de la relectura de los siguientes, acomodados por las décadas en que fueron creados: 50’s, “Relato de un náufrago” y “Cien años de soledad”; 60’s, “La Mala Hora” y “Los Funerales de la Mama Grande”; 70’s: “El Otoño del Patriarca” y “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela Desalmada” ; de los 80’s, “Crónica de una muerte anunciada” ; 90’s, “Noticias de un secuestro” y “12 Cuentos Peregrinos” y en los 00’s con “ Vivir para contarla”.

Si bien es cierto que el “Gabo“ no inaugura la literatura fantástica o aquella de lo real maravilloso, es quien da autenticidad latina al estilo que antes habían caminado Kafka, Breton y Borges.

Conocerle a través de la literatura fue un suceso que impactó mi vida y sus alcances, uno de ellos fue el homenaje privado que tal vez haga cada vez que escribo para mi casa de letras. Ya hace tiempo y en ese ejercicio diario de darle vuelta a los canales de la televisión con mi control remoto, mío de mí, se dio la casualidad de captarlo al dirigirse a su auditorio, en un reconocimiento que le otorgaron en Zacatecas, en el estilo arrancado tal vez de una de sus novelas: “A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ¡Cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: ¿Ya vio lo que es el poder de la palabra? Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor, que tenían un dios especial para las palabras. Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor.

Ahora ochentero, el “Gabo” disfruta las mieles que le son ofrendadas a su creación literaria, a su apego a las causas sociales y sobre todo a quienes ven en cada latido parte de una emoción y una lucha.

Recuerdo que escribió al suicidio de Hemingway, un epitafio que tal vez define un deseo escondido de su obra en la tierra y que ahora le aplico: “En ese sentido, Hemingway no fue nada más, pero tampoco nada menos de lo que quiso ser: un hombre que estuvo completamente vivo en cada acto de su vida. Su destino, en cierto modo, ha sido el de sus héroes, que sólo tuvieron una validez momentánea en cualquier lugar de la Tierra, y que fueron eternos por la fidelidad de quienes los quisieron. Esa es, tal vez, la dimensión más exacta de Hemingway. Probablemente, éste no sea el final de alguien, sino el principio de nadie en la historia de la literatura universal. Pero es el legado natural de un espléndido ejemplar humano, de un trabajador bueno y extrañamente honrado, que quizá se merezca algo más que un puesto en la gloria internacional”. Sea dicho.

---
Volver al directorio:

http://moises-iturbides.blogspot.com

No comments: